Para comprender algo del secreto de la oración, nos ayudará leer la historia de las bodas de Caná (léela en Juan 2:1-11). A estas bodas estaban invitados Jesús, su madre y sus discípulos. Posiblemente los novios eran amigos cercanos o parientes de la familia de Jesús. De todos modos sabemos que los anfitriones habían puesto al corriente a María sobre la situación embarazosa al no haber suficiente vino.
¿A dónde ir con los problemas?
La madre de Jesús se muestra como una persona experimentada en la oración. Va con el problema a la autoridad correcta, al Señor Jesús. De igual manera nosotros estamos invitados a acudir a Jesús para todo lo que nos falte y con cualquier dificultad (lee p.ej. Sal 50:15; Mt 11:28ss; Fil 4:19; Stg 1:5).
Dile lo que te falta
Fijémonos en lo que dice María, sólo las pocas y sencillas palabras: “No tienen vino”. Aquí vemos el propósito de la oración: decirle a Jesús lo que nos falta; y su valor de la intercesión al decirle lo que les falta a otros. Justamente esto es lo que hizo María; y sabía que Jesús no necesitaba más, ni sus consejos, ni su ayuda; el Señor ya sabía cómo solucionarlo.
Nosotros muchas veces pensamos que tenemos que darle propuestas o pautas a Dios, cómo debe responder a nuestras oraciones, como si lo supiéramos mejor que él. Sin embargo, la fe verdadera sabe que Dios tiene posibilidades ilimitadas e inesperadas; él no necesita de nuestras soluciones. María seguramente no pensó en la posibilidad de convertir agua en vino, porque Jesús antes nunca lo había hecho, ni tampoco se preocupó de la manera en que Jesús solucionaría el problema, porque esa no era su tarea. Esta actitud es la posición de oración adecuada.
Una respuesta inesperada
El Señor Jesús reacciona inesperadamente a la petición de su madre, diciendo: “¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora”. ¿Qué hacemos nosotros, si Dios reacciona de manera diferente de lo que esperábamos, si no interviene inmediatamente? ¿Protestamos, queremos corregirlo, dudamos o renunciamos? Cuántas veces nos habremos perdido el poder experimentar la intervención de Dios, sólo porque no teníamos la paciencia para esperar Su tiempo o porque estábamos fijados en una sola manera cómo Dios debía responder. La vida cristiana se convierte en la mayor aventura, si realmente creemos que Dios siempre tiene todo bajo control y que por su amor para con nosotros es capaz de todo, de lo inimaginable y lo inesperado (aunque en lo que momentáneamente experimentamos, no se vea nada de él).
La intervención del Señor
María no se quejó, sino confiaba absolutamente en Jesús. Sabía que Jesús había tomado en serio su petición y que él conocía tanto la mejor manera como el momento adecuado para intervenir. No sabía qué ni cómo sería, pero la fe verdadera no necesita ver.
María dijo a los que servían: “Haced todo lo que os dijere”. Y Jesús no la decepcionó, intervino de una manera maravillosa, de la mejor manera.
Amigo, amiga, te desafío a que aprendas a orar y confiar como la madre de Jesús y a que te comprometas a la aventura más grande de confiar plenamente en Dios, esperar en cada situación lo mejor de él y experimentarás a Su tiempo sus sorpresas maravillosas. Hartmut, Mensaje de Paz
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